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domingo, 13 de noviembre de 2011

¡BUEN VIAJE, QUIQUE!


Hola, a todos, hace tiempo que no me paseaba por el blog, pero es que ha sido un largo periodo de sucesos extraordinarios y para mí, no del todo comprensibles. Primero nuestra tontita (en honor al apelativo usado por Don Gato a su niñera) empezó a engordar de forma desproporcionada y cuando por fin empieza (que todavía le ha quedado una figura algo abundante) a adelgazar coincide que por casa aparece un renacuajo llorón y cagón al que todos prestan atención y llaman Luca. Tengo que reconocer que ahora que llora menos –aunque insiste potentemente en lo segundo- y sabe darme los buenos días, me cae bien este mocoso.
Después llegó un cuatro patas muy raro, sus maullidos suenan a ladridos, al mear levanta la pata y nos persigue por toda la casa arrastrándonos por el cuello si nos dejamos. Lo llaman Guido y está loco por hacerse siempre un sitio junto a la tontita y su retoño (ahora bien, que nadie se atreva a levantar una mano cerca de Luca, que Guido se convierte en el George de Tucson).

Lo malo es que el último cambio en el escenario familiar no ha sido una incorporación, sino una pérdida. Cuando yo ya estaba en la casa (para algo soy un pionero), pero tampoco hacía tanto, llegó la tontita con una bolita de pelo enana y bizca que bramaba por un biberón. Teóricamente era un paso provisional por la casa, porque procedía de una familia numerosa cuya madre tenía dificultades para sacar adelante a toda la camada.
La tontita, que es muy tonta, se ocupaba de él para que luego pudiera darse en adopción; ¡figúrate si después de ir a todas partes con el enano en un bolso, los bibes y las toallitas iba a ser capaz de desprenderse del mammone! Total, que se quedó como nuevo miembro de la familia y como publirelations de la comunidad felina casera, porque con eso de que se había criado entre humanos, cuando llegaba algún foráneo, él no tenía inconveniente en ir a saludarlo, sentársele encima y darle cabezadas para ganarse sus caricias. De esta forma consiguió hacerse el gato más popular de la casa, además de que siempre le alababan su bonito pelaje. El caso es que últimamente a pesar de que todo parecía normal, Quique empezó a adelgazar así que la tontita lo llevó al veterinario, que encontró que la analítica salía desastrosa porque el riñón de nuestro colega estaba hecho polvo, y así se quedó la tontita, porque a pesar de que cuando volvió con su mascota le dedicó todas sus atenciones y le consintió todo lo que él quiso, ella siempre lo miraba con lágrimas en los ojos (tal vez porque sabía que tarde o temprano iba a tener que tomar una dura decisión), hasta que una tarde Quique ya no quiso hacer nada más, estaba delgadito delgadito y ya no tenía fuerzas, así que la tontita y el Señor de la casa, que hasta entonces no había podido implicarse, pero que en ese momento no quiso eludir estar ahí, se miraron, la tontita se despidió de Quique y el Señor se lo llevó en brazos, y ya no lo hemos vuelto a ver. Y se le echa de menos.
La tontita ahora nos tiene que contar de vez en cuando porque aunque seguimos siendo mogollón, ella encuentra que abultamos poco y que parece que falten gatos. Yo creo que es que el vacío que ha dejado Quique es muy grande y parece que se perciba hasta físicamente. Sin embargo nosotros nos hemos quedado muy impregnados de él y estará siempre en nuestro recuerdo. ¡Buen viaje, Quique!

Guille, en esta ocasión, representante oficial de todos los miembros de la familia.