Ayer leí que nuestros queridos gatos no detectan el sabor dulce del azúcar y debe ser verdad; pero DON GATO, mi añorado y maravilloso gato negro, iba loco detrás de los donuts, las magdalenas, los pasteles y hasta del café con leche. Si era "chocotino" la locura era total y más de una vez, por esconderlo de su hocico impertinente, se fue al suelo. Claro que también le gustaba la fabada asturiana, la fideuá y la sopa...
Pepe es todo lo contrario, no soporta la comida de persona. Ni pollo, ni pescado, ni jamon dulce. ¡Ni siquiera carne cruda! Él, sus piensos y sus salsas de los potitos, porque los pedazos, de lo que sean, van cada día directos a la basura. ¡Que rarito es el "niño", cuerno!...
Y es que es bien cierto, cada gato es un mundo y el suyo, un mundo sin azúcares.
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