Me despierto en el sofá y busco a Ninja.
Recorro toda la casa y no está.
Las rejas están todas bien. Voy a ver si por casualidad me he dejado la ventana de la cocina abierta. Pues no.
Pero al mirar, veo la ventana de Aldo abierta. Me asomo y... ¿dónde está Ninja?
En el tejadillo de la vecina de abajo.
¡Puñetero Aldo de las narices!
Saco la ropa tendida. Corto una de las cuerdas de tender y, con un esfuerzo sobrehumano, cojo la escalera, que pesa un huevo y parte del otro, la saco por la ventana y la pongo en el tejadillo.
Llamo a Ninja, le pongo una cuerdecita con un juguete para que lo siga y suba por la escalera.
Nada.
Cojo un sobrecito de comida y se la pongo en un platito en el último peldaño de la escalera, lo llamo.
Nada.
Tiro la comida por los escalones para que la vaya comiendo y subiendo.
Nada.
¡Idea genial!
Cojo unas cajas de cartón, de grande a pequeña y le hago una escalera de cajas debajo de la ventana por la que quiere entrar.
¡Exito completo!
Va subiendo por las cajas.
Pero como no acababa de entrar, lo cojo por el pellejo y lo meto dentro de golpe.
Cuatro y cuarto de la mañana.
Ninja se estira en la alfombrita de la cocina como si no hubiese pasado nada.
Me tomo un café y me acuerdo de toda la familia de Aldo, la mía.
Cuando llegue va a tener que sacar la escalera y poner en orden su habitación.
¡Qué le den!
2 comentarios:
Vaya aventura! Para dar un buen sopapo a tu hijo. Los gatos ya se sabe como son. ¡Y menos mal que se quedó ahí!
Yo creo quw sw quedó esperando que pusieras la alfombra roja sobre los escalones para que su entrada fuera triunfal. ¡Mira que no pensar en ello! Si con la cara que pone Ninja al mirar la escalera, queda clarísimo que era eso.
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