Este es mi vecino de arriba, Lexter, el gato vago y engreído del quinto. No tengo buen rollo con él porque se pasa el día tragándose la bazofia de la tele e hinchándose a patadas fritas, olivas y berberechos, igual que la pareja de humanos que tiene como realquilados en su casa, y no sabe más que hablar de Salvame, Dec y otras porquerías similares.
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Para que esté cómodo, le han comprado un sillón a medida con reposapatas, que yo también pedí en su día, pero en lugar de eso me colocaron un cojin grande, cuadrado y muy mullido, eso si, encima del aparador que está bajo la ventana y desde el que no veo la tele.
De entrada arrugué el morro pero reconozco que estoy de muerte allí tumbado mientras me da el sol en la barriga.
En el primer momento pensé que había sido un despiste de la "tontita" ya que sacar una de sus múltiples estatuas de Buda o de negros danzantes para ponerme un cómodo cojín desde el que divisar el jardin de enfrente y los loros y cotorras que allí se han instalado, era algo impensable.
Ahora Pepe exige el suyo del otro lado del mueble, pero la tontita se niega a sacar una horrosa diosa tailandesa que ha plantado del otro lado del ventanal. Dice que hagamos turnos y yo digo que... "¡Y una mierda!"... Así que tenemos a Pepe llorisqueano y quejándose todo el puñetero día.
Lo tengo claro: será cuestión de, en una caza fallida de mosca, cargarse a la diosa esa llena de cristalitos que impide que Pepe tenga su propio salarium.
DON GATO
DON GATO
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