Me encanta la nueva plantilla que ha hecho, exclusivamente para mi blog, el Sr. Blogger. Tiene una clase más acorde conmigo y mi status. Estoy realmente contento, por eso voy a confesaros la manía, casi obsesiva, que tenía en mi primera casa.
Mi primera residencia fue una casa enorme con un patio o jardín más enorme todavía y tenía mil rincones para esconderme. Solo deciros que cuando me pagaba mis carreras por el pasillo, tenía que hacer un descanso hacia la mitad porque me agotaba -no soy nada exagerado-, pero lo que más me gustaban era las puertas, que era amplias, altas y macizas. Siempre las observé con cierta admiración y cuando crecí encontré el camino para subirme a tres de ellas.
En la sala de televisión accedía desde el respaldo del sofá al mueble de al lado y de este a la puerta, en el despacho de "la tontita" lo hacía desde el radiador y en la habitación desde la cómoda.
La tontita se pasaba el día bajándome de las puertas, porque subir subía, pero bajar... eso ya era otro rollo. Ah! Y como de tonto no tenía un pelo, sólo "escalaba" cuando estaba ella en casa.
Cuando me dejaba "solito" me dedicaba a dormir, como no tenía a nadie a quien fastidiar... y la señora, que venía dos mañanas a casa, era tonta de remate, no me hacía ni caso y, encima, me amenazaba con la escoba... ¡Regatos del diablo, como la odiaba!...
En mi segunda casa, pese a ser las puertas más bajas tenían peor acceso y en esta... ya no le encuentro la gracia, porque poder puedo. ¡Que conste!
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Nota: El de la foto no soy yo. Ese es bicolor, feo y encima está gordo, pero se cuelga como me colgaba yo.
DON GATO
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